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Marcos, el cuidacoches pirata

El universo que rodea al fútbol está cargado de inmensas curiosidades, cada tanto nos encontramos con personajes que deambulan más allá del rectángulo por donde rueda la pelota cada semana. En Barrio Alberdi, por ejemplo, en las inmediaciones del estadio de Belgrano, podemos encontrar a Marcos, un cuidacoches bien pirata.

Marcos es un personaje muy particular que forma parte del día a día del conjunto celeste. Él es cuidacoches, tal vez el más veterano de los que trabajan acomodando los vehículos que se acercan al Estadio Julio César Villagra (también conocido como el Gigante de Alberdi). Su zona de trabajo es la intersección de las calles Arturo Ordaz y La Rioja. Desde allí, recibe a cada visitante que deja su automóvil, los conoce a todos y todos lo conocen a él. Lleva alrededor de 20 años realizando esta tarea que arranca al mediodía y culmina cuando el Gigante cierra sus puertas.

El estadio de Belgrano fue inaugurado el 17 de marzo de 1929 gracias a un préstamo concedido por la Municipalidad de Córdoba. El partido inaugural lo jugó frente a Estudiantes de La Plata y el resultado final fue un amargo 6 a 1 a favor del equipo platense. Más allá del resultado, el objetivo estaba cumplido y el Gigante comenzaba a despertar y pisar fuerte en Barrio Alberdi. Unos años después, a finales de 1945 se estrenó el sistema de iluminación y más tarde, como pasa habitualmente en muchas familias, los chicos crecen y hay que agrandar la casa. La familia pirata creció y el hogar tuvo que ser remodelado y reinaugurado. Esta vez, la fiesta fue completa, porque aquel 24 de mayo de 1997 los celestes enfrentaron al Sub 20 de José Pekerman y lo derrotaron por 2 a 1. Durante el transcurso de este año, el estadio contará con una nueva tribuna de doble bandeja sobre la calle Hualfin, esto posibilitará que el recinto pueda albergar a más de 33.000 espectadores.

Marcos tiene mil anécdotas ligadas al club, es pirata desde la cuna y recuerda cuando su padre lo llevaba de chico a ver al club de sus amores. Me contó que algunos de sus ídolos son Juan Carlos Olave, el Luifa Artimé y sobre todo el Chiche Luis Sosa, de quien recuerda aquel gol que le hizo a Talleres de tiro libre en la gran final por el ascenso de 1998, lo recuerda como si fuera ayer porque estuvo ahí, viéndolo en vivo y en directo. Aunque de aquella final le quedó el trago amargo de haber perdido por penales, todo lo contrario le ocurrió cuando el 22 de junio del año 2011 vio al celeste derrotar a River Plate por 2 a 0 en el Villagra. Ese triunfo sirvió para conseguir el ansiado ascenso cuatro días después en el Estadio Monumental de Núñez.

Los 4 hijos de Marcos son de Belgrano, “es una cuestión de sangre” afirma. Cuando me encontré con él lo estaba acompañando Lautaro, uno de ellos. Su vida está ligada al club, su fuente de ingreso económico es ese trabajo, con él mantiene su hogar. Cuando la institución realiza algún evento, él está siempre dispuesto a dar una mano y junto al resto de los muchachos que cuidan coches en las otras calles que rodean al estadio tienen un ritual, el del asadito. Un día antes de los partidos o durante la venta anticipadas de entradas, le piden prestada una parrilla al club y en una de las veredas tiran unos buenos pedazos de carne para pasar la jornada.

El estadio lleva el nombre de Julio César Villagra en homenaje a la Chacha (así lo apodaban) un jugador emblema del club que se bancó la peor época institucional desde comienzos de los años 80 y fue figura del equipo representándolo en los torneos regionales hasta conseguir el ascenso a Primera División en 1991. La Chacha era encarador, jugaba por la derecha y cuentan quienes lo vieron que dejaba clavado a cuanto defensor se le cruzaba por el camino. Enganche, freno y desborde eran algunas de sus cualidades, la humildad tal vez era la más importante. Julio falleció en 1993 y a partir de allí el Gigante llevó su nombre, pero no hubo placa y fueron los propios hinchas quienes dos décadas después decidieron colocar el cartel que identifica al estadio, justo enfrente de la esquina donde trabaja Marcos.

Estuve un buen rato charlando con Marcos, me contó algunas cosas que me parecieron increíbles, por ejemplo que habitualmente aparece en el club gente con las cenizas de algún pariente fallecido para arrojarlas en la cancha y que la dirigencia prohibió ese tipo de ritual por miedo a que algunas de esas cenizas puedan estar ligadas a algún “trabajito” de brujería. El mundo del futbol es cabulero, lo sé muy bien, pero no deja de sorprenderme.

Me fui de Alberdi con la grata sensación de haber charlado con una muy buena persona. Me llevé una foto del estadio y un intercambio de palabras muy enriquecedoras. Muchas veces afirmo (e insisto) que hay personas que no dejan de creer que el futbol son 22 giles corriendo atrás de una pelotita. Ahora creo que hay que sumarle a varios giles más, varios Marcos más, que trabajan y colaboran para que mucha gente pueda ver rodar esa pelotita. Y lo hacen sobre todo con dignidad, algo que merece el mayor de los respetos.

Ilustración: Martín Tobaldo Pastore (https://www.facebook.com/martin.tobaldopastore)

Diego González

Diego Gonzalez nació un 11 de agosto del año 1975 en el Hospital Evita de Lanús, exactamente el mismo lugar donde también nació un cara sucia de Fiorito que años más tarde regaría de alegría el suelo argento. Estudió historia, de ahí su pasión por esa rama de las Ciencias Sociales, además de trabajar en una escuela pasa varias horas de la semana metido en el Archivo Histórico de Barracas donde aprendió a desempolvar documentos, libros y fotos. Hace un tiempo estuvo recluido en un retiro espiritual rogándole (quien sabe a quién) que sus neuronas no lo abandonen y se alineen correctamente para poder hacer uso de su pluma en pos de informar y entretener, siempre desde sus tres pasiones: la historia, el fútbol de ascenso y, desde hace algunos años, el fútbol femenino.

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