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Invasión

Miro por la ventana, veo el reflejo de la pantalla de mi netbook en el vidrio y me doy cuenta que ya es de noche. Bueno, eso que llaman noche acá en ésta época del año. Miro el reloj y recién («recién») son las 22.10. Claramente estamos bien al este. La «noche» en Moscú no llega hasta las 23, más o menos.

Salimos de Nizhni Nóvgorod rumbo a Kazán hace 45 minutos. Y no fue este el puntapié inicial del viaje, sino que recién estamos a la mitad si contamos desde Moscú y en el último tercio si contamos desde San Petersburgo.

Este viaje entre la ex Leningrado y Kazán es lo más parecido a un despelote total. Rusia no estaba preparado para esto. Desde el martes 26 a las 23, hay una marea albiceleste que está desbordando todos los medios de transporte rusos. Aviones, trenes, buses, autos… Todo está agotado o muy caro. Por nuestra parte, decidimos no festejar el triunfo como se debía intentar primerear a la marea. Por eso nos fuimos directo a la estación de tren de San Petersburgo a comprar pasajes para Kazán. Infelices, nosotros. Ya había una multitud sacando pasajes, o intentando, y poco a poco empezábamos a ver cómo nos tapaban las primeras olas.

Dinámica de grupo. Decisiones bajo presión. «Nos vamos a Moscú y vemos». Todos compramos la idea y también los pasajes. Booking.com y listo: ya teníamos al menos dos noches en Moscú. Nos acercábamos un poco a Argentina vs. Francia pero todavía nos faltaban dos entradas y el viaje a Kazán. Lo segundo se resolvió pronto: mail a Real Russia, una empresa inglesa que maneja la venta de tickets, y nos ofrecieron este viaje, el que estamos haciendo en este momento: Moscú – Niznhi; hora y media de «stopover»; Niznhi – Kazán. Si todo sale bien a las 6 estamos en la capital tártara, 11 horas antes del match. La primera cuestión fue un poco más compleja, pero mucho menos de lo que pensábamos. A las 2.30 de la mañana, mientras tomábamos unas cervezas en un bar, entramos a la página de la FIFA, vimos que había entradas, intentamos 3 o 4 veces y conseguimos. Con 2% de batería en el celular, nos dio tiempo a comprar, a mandar una foto a nuestros cercanos para contarles la buena noticia y el celu se apagó, como si estuviese jadeando, con la lengua afuera por el esfuerzo.

Para el final me gustaría contar cómo cambió Moscú en 5 días. En realidad la ciudad sigue siendo la misma, pero nos encontramos por la noche con la peatonal Nicolavskaya cercada en todas sus entradas. Muy pocos argentinos caminando bajo el techo de luces. Muchos brasileros y ya habían llegado muchos ingleses. Y el cambio más radical: policías revisando con máquinas detectametales a todos los que ingresaban a la zona. Increíblemente, el trabajo era tan eficaz que no había demoras para ingresar y tampoco había pibes con mochilas rojas vendiendo cerveza caliente.

Fleita

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