Columnas

El Chino de Chascomús

Llegaron a Chascomús un sábado por la mañana y enseguida armaron las carpas. Por esas cosas que tenemos los hombres, la muchachada varonil agarró una pelota y se fue a jugar un picadito a la cancha del camping. Mientras tanto las mujeres disfrutaban del hermoso día charlando, mate de por medio. El campamento estaba muy bien ubicado frente a la imponente laguna.

La ciudad de Chascomus se encuentra a 120 km de distancia de la Capital Federal. Su origen se remonta a 1779, año en que se creó el fuerte San Juan Bautista para ubicar una guardia fronteriza y detener el “avance” de los pueblos originarios que habitaban aquellas tierras. Su fundador fue un Capitán del cuerpo de Blandengues enviado por el Virrey  Vertiz, su nombre era Pedro Nicolás Escribano. El nombre Chascomús deriva de la lengua Pampa y significa “agua muy salada”.

Luego del fulbito llegó el almuerzo y los muchachos se prestaban a descansar cuando uno de ellos escuchó un silbato parecido al de un referee. Al rato lo sintió una vez más, y entonces socializó su inquietud con el resto que, lejos de pedirle que no moleste, decidieron ir en busca de ese sonido tan particular que sólo un futbolista auténtico reconocería. Caminaron algunos metros entre unos árboles y se toparon con un paredón. Uno de los exploradores divisó un montículo de tierra que se encontraba contra esa intrigante pared y trepó a él. Del otro lado asomaba una cancha de fútbol y en ella había dos equipos disputando un partido.

Sin pensarlo, los seis amigos treparon al paredón, se colaron en la única tribuna popular que tenía el estadio y se sentaron a mirar el cotejo futbolístico. En la platea principal que se divisaba frente a ellos había bastante gente, en la popu sólo ellos seis. El partido era entretenido, la estaban pasando bien y le habían tomaron cariño a uno de los equipos, vaya uno a saber por qué. De vez en cuando se divertían tirándole algún improperio al juez de línea que llamativamente los miraba y les devolvía la puteada.

El juego transcurría y desde su ubicación podían escuchar las voces de aliento que se daban unos a otros los jugadores de ambos equipos. Uno de los nombres parecía ser el del crack del equipo con el cual habían simpatizado, el Chino le llamaban, un nueve con buen porte. De un momento a otro, el sexteto metía aliento y cantitos para el Chino que, cuando se avivó, miró extrañado hacia aquella solemne popular.

A pocos metros del estadio se encuentra el Parque Libres del Sur, su nombre tiene relación con la Batalla de Chascomús ocurrida en el año 1839 como consecuencia de un levantamiento armado en contra del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Si uno se adentra a recorrer la ciudad, llega inexorablemente a la plaza central, en cuyos márgenes se ubican el Palacio Municipal, la Iglesia Catedral y el Teatro Municipal construido por el Círculo de Obreros Católicos. En uno de sus vértices está la casa del ex Presidente de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín, figura emblemática de la ciudad, querido y reconocido allí como una gran persona, incluso por quienes no simpatizan con el radicalismo.

Los muchachos no supieron si fue el aliento o cuestiones del fútbol lo que generó el quiebre del partido, pero el asunto es que el Chino empezó a buscar el arco rival con llamativo esmero. Uno a otro se repetían los “¡vamos Chino!”, ¡bien Chino!”, “¡metele Chino!” y el Chino corría y metía como loco. Un pase en cortada lo dejó a nuestro héroe frente a frente con el arquero rival y aquel majestuoso delantero acomodó el balón con su pie zurdo y lo clavó al ángulo. El arquero contrario poco pudo hacer ante terrible cañonazo.

Sus compañeros corrieron a abrazarlo para festejar con él, pero el Chino los esquivó y decidió encarar hacía la popular, se paró frente a los muchachos y besando la camiseta les dedicó la conquista. La tribuna estallaba de alegría, “¡el Chino nos dedica el gol!” gritó uno de ellos al borde de las lágrimas. El Chino, puño en alto, volteó y se dirigió hacia el mediocampo para que el equipo contrario reanudase el juego. Minutos después, el arbitro daba el pitazo final y el partido concluía. Los muchachos bajaron de la popular y se dirigieron hacia el paredón, no sin antes recibir a lo lejos, el saludo del delantero. Volvieron hacia el sector de las carpas comentando felices aquel guiño que les había regalado el crack de la Liga Chascomunense de Fútbol.

Foto: Estadio “Juán Silveiro Oroz” de Chascomús (www.estadiosdeargentina.com.ar)

Diego González

Diego Gonzalez nació un 11 de agosto del año 1975 en el Hospital Evita de Lanús, exactamente el mismo lugar donde también nació un cara sucia de Fiorito que años más tarde regaría de alegría el suelo argento. Estudió historia, de ahí su pasión por esa rama de las Ciencias Sociales, además de trabajar en una escuela pasa varias horas de la semana metido en el Archivo Histórico de Barracas donde aprendió a desempolvar documentos, libros y fotos. Hace un tiempo estuvo recluido en un retiro espiritual rogándole (quien sabe a quién) que sus neuronas no lo abandonen y se alineen correctamente para poder hacer uso de su pluma en pos de informar y entretener, siempre desde sus tres pasiones: la historia, el fútbol de ascenso y, desde hace algunos años, el fútbol femenino.

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2 Comentarios

  1. Mariana Godoy dice:

    ¡Excelente!

    1. Diego González dice:

      Gracias Marian!! 🙂

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