África

África Mía: “La Estrella Solitaria”

“América para los americanos”,  es la frase que sintetiza la denominada Doctrina Monroe. Significa la no intervención de los estados europeos en el pleno desarrollo del “Nuevo Mundo”.

James Monroe fue el quinto presidente de los Estados Unidos. Su gobierno fue calificado como la “era de los buenos sentimientos”: todos estaban en paz y buscaban el progreso económico.

Sin embargo, algunos estados no estaban en plena armonía ya que había una marcada diferencia entre esclavistas y abolicionistas. Durante su gestión, Monroe trató que se rompiera con la tendencia federal y que el Estado interviniera lo menos posible.

En pleno proceso de lucha frente al colonialismo reinante, Charles Fenton Mercer, Henry Clay, John Randolph y Richard Bland Lee fundaron la denominada “Sociedad Americana de Colonización”. Esta organización tuvo como objetivo trasladar a los esclavos liberados desde los Estados Unidos hacia África Occidental. El lugar elegido sería Liberia, una colonia que luego lograría su independencia en 1847, y que fue el asilo de unas 13 mil personas que pronunciaron el lema “el amor por la libertad nos trajo aquí”.

La ciudad principal le rindió honores al presidente de los Estados Unidos y decidieron llamarla Monrovia. Esta sería la capital definitiva de Liberia.

Conocida como “tierra de libertad”, el concepto también trasciende las fronteras y hasta se encuentra en el espacio exterior. No fue casual que el astrónomo Cyril V. Jackson, en 1936, llamara “Liberia” – en honor al país africano – a un asteroide perteneciente al cinturón que orbita entre Marte y Júpiter.  Un cinturón de asteroides con su nombre y una referencia en la bandera: los mismos colores que Estados Unidos, pero solamente una estrella.

El seleccionado de fútbol de Liberia es conocido como “Las Estrellas Solitarias”. Jamás se ha destacado a nivel continental ni mucho menos en el mundo. Pero se hizo conocido por las hazañas de un hombre que se ganó el reconocimiento de todos: George Weah.

George Tawlon Manneh Oppong Ousman Weah, apodado el “Rey George” comenzó su carrera profesional en varios clubes africanos. En 1988 dio el salto hacia el fútbol francés y fue fichado por el Mónaco, por recomendación de un tal Arsene Wenger. Ganó la Copa de Francia en 1991 y llegó a la final de la Recopa Europea en la temporada siguiente, pero perdió frente al Werder Bremen alemán. Anotó 66 goles en 149 partidos y el Paris Saint Germain puso sus ojos en él.

La estancia de Weah en el PSG fue la mejor época deportiva del equipo parisino (hasta que llegó el actual reinado inaugurado por Laurent Blanc). Jugó al lado de Bernard Lama, David Ginola y Raí, entre otros grandes. Ganó una liga, dos copas de Francia y una copa de la Liga, con un total de 55 goles en 137 partidos disputados.

Pero un nuevo horizonte aparecía en la carrera de Weah y el entrenador italiano Fabio Capello decidió llevarlo al Milán. Logró dos scudettos y la distinción más importante: en 1995 ganó el Balón de Oro y fue el primer futbolista no europeo en conseguirlo y – hasta ahora – el único africano.

George Weah, ese delantero dorado que brillaba con luz propia (Foto: eltiempo.com)

En la selección nacional, Weah es al máximo artillero (22 goles) y el jugador con más presencias (60). Intentó cumplir el sueño de jugar un mundial con Liberia, pero la “Estrella Solitaria” nunca pudo clasificarse.

Cuando Liberia sufrió la primera de sus dos guerras civiles, el Rey George jugaba en Francia e instaló a su familia en los Estados Unidos (en Nueva York) y viajaba en el Concorde para visitarlos.

George Weah tuvo una excelente trayectoria deportiva, pero también es conocido por su gran labor humanitaria. Colaboró con UNICEF y fue nombrado Embajador de la Buena Voluntad.  También se interesó por la política y fue candidato presidencial en las elecciones de 2005, pero fue derrotado por Ellen Johnson Sirleaf en los comicios.

Sin embargo, el fútbol fue la herramienta que impulsó al Rey George a tomar el control del club Juniors Professionals, para dar contención a niños de escasos recursos y brindarles una educación (además de enseñarles el valor de ese hermoso deporte en la vida)

“América para los americanos… pero los del Norte”, fue el agregado que se le hizo a la frase de la Doctrina Monroe. El enemigo ya no era el colonialismo: el poder se gestaba dentro del Nuevo Mundo y pertenecía a una sola nación.

Bob Marley homenajeó a los “Buffalo Soldiers”, el primer ejército de los Estados Unidos compuesto íntegramente por soldados afroamericanos, con una canción. “Soy un soldado búfalo, en el corazón de América; robado de África, traído a América; se dice que estuvo luchando al llegar, luchando por la supervivencia; se dice que él fue un soldado búfalo; ganó la guerra por América”, cantaba Bob Marley y reivindicaba la cultura africana.

Se inició en el Continente Negro y fue al Nuevo Mundo por la fuerza. Pero rompió sus cadenas y regresó a la tierra prometida, por amor a la libertad. George Weah fue la estrella solitaria que brilló más allá de una nación. Y al igual que el Lucero, el astro que se ve en el cielo y que fulgura de noche de forma muy intensa, esa estrella jamás se apagará.

(Foto Principal: The Prespective)

Emiliano Schiavi

Soy Emiliano Schiavi y siempre me interese por el fútbol internacional. Sin cable ni internet me las arreglaba leyendo el "Guerin Sportivo" o cualquier revista extranjera que sólo se conseguía en pocos kioscos del Centro. También me acompañaba algún VHS sobre la historia de los mundiales y nunca me cansaba de verlos. Por eso le preste atención al fútbol de Europa, Africa, Asia y - si estaba aburrido - Oceanía. Descubrí un medio maravilloso como la radio y conocí buena gente (grandes amigos) que me acercaron al Rincón del Fútbol. La radio es una pasión, pero escribir es un deleite. Y todos los dias lo hago en este espacio, donde investigo y me gusta informar y entretener. Mi mayor expectativa para este nuevo proyecto es seguir aprendiendo. Porque a los 45 años también se aprende, créanme. Tengo total libertad para expresarme, leer y ser leído. Porque nadie desafina cuando uno escribe lo que se le canta. Digamos todo ...

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