El equipo de Dabove, con solidéz y contundencia, obtuvo una nueva Victoria qué sirve para engrosar la paternidad.
La Fortaleza fue el estadio elegido para que el Clásico del Sur sume un nuevo capítulo, es que el mismo cuenta con una rica historia, eso fue alimentando con el correr de los años entre las parcialidades qué en sus comienzos estuvieron hasta el mismo lado de la tribuna.
En el amanecer del partido, El Grana intentaba hacerse fuerte en su casa, ya que no demoró demasiado en llegar hasta el área del Beto Bologna: saque de esquina, cedido por Ian Escobar, el balón con los pies de Ángel González quién efectúa un remate defectuoso.
Una jugada a los 23′, la más clara de la etapa inicial: el movedizo juvenil de Banfield con un furibundo remate con su pierna derecha, estrella de balón en el travesaño. Los avances se repitieron con un denominador común, la poca efectividad. Con esa tibieza apagaron los 45 minutos iniciales.
En el complemento, el entrenador de Banfield comprendió que su equipo necesitaba algo para mejorar lo anímico, para ello ideó una variante que rápidamente dio su frutos dentro del campo de juego: el ingreso de Darío Cvitanich envalentonó anímicamente a los suyos. La jerarquía delantero, ex Racing, provocaban que que sus compañeros se potenciaran, y de esa manera comenzar a manejar los hilos del encuentro.
Al visitante se lo notaba realmente con otra confianza: promediando los 20′ uno de sus tantos avances deriva en un saque de esquina, y es Agustín Urzi, pillo cómo es, que ubica el balón fuera del cuarto del círculo, luego, con un remate de precisión quirúrgica, envía el balón al área para qué Luciano Lollo logre conectar de cabeza y mandarla al fondo de la red.
Con la ventaja en su poder, el conjunto banfieleño supo manejar los ritmos y jugar con la desesperación de su rival y, de esta manera, pudo hacerse de un triunfo. En resumen, El Taladro, al Clásico del Sur, Lollo ganó por pillo.
Autor: Joan Gonzalo De Luca Ruiz
