Liga Profesional

Joaquín Boghossian: “Newell’s fue de lo mejor de mi carrera”

Una charla distinta con el experimentado delantero de 29 años, alejado un poco del presente futbolístico de su equipo, repasando las distintas etapas de su trayectoria. Su paso por las juveniles uruguayas compartiendo entrenamientos con Cavani y Suárez, entre otros, su etapa en la Lepra y la locura de vivir en Rosario, los desafíos y dificultades que fue superando, incluida una larga disputa frente a frente con dirigentes austríacos y una lesión de siete meses en este 2016. La vida de un luchador que se ganó un lugar en el fútbol a fuerza de goles.

Son las seis de la tarde de un jueves y la práctica vespertina de Arsenal terminó hace, más o menos, media hora. Nuestro protagonista sale por fin del vestuario. “Esperá que voy a guardar esto al auto y empezamos”, tira y va con su tranquilo andar a llevar hacia su camioneta el equipo de mate. En la platea pegaba el sol y, por el gran tamaño del hombre en cuestión, costó encontrarle la vuelta fotografiarlo sin que éste le diera de frente, pero él se lo toma con tranquilidad. Después de un breve diálogo camino al buffet del Viaducto sobre cómo llevaba la vuelta de su lesión, recuperada hace poco más de un mes, dimos comienzo a una linda charla de algo más de media hora que también podés ver en formato PDF. 

– ¿En qué momento te iniciaste en el fútbol?

– Empecé desde muy chico, jugando con mis amigos en el barrio y yendo a ver a Uruguay Montevideo, un equipo que en ese entonces estaba en segunda división y tenía la cancha en la esquina de mi casa. También iba a ver otros partidos que quedaban cerca, incluso los de Peñarol y Nacional. Tenía una familia futbolera que me acompañaba siempre y así se fue dando. Fue todo fútbol desde el principio. Hice todas las inferiores en Cerro, excepto por el primer año. Ahí estuve en River y me dejaron libre, así que en ese momento mis viejos me dijeron que me dedicara al estudio. A fin de ese año se dio la posibilidad de ir a Cerro por un amigo que me insistió, así que me probé, quedé y de ahí en adelante hice todas las inferiores ahí, al mismo tiempo que terminé el colegio.

¿Cómo era para vos manejarte con el tema de tu altura en la adolescencia?

– Me costó mucho. En Séptima era un poco más alto de lo normal pero en el momento que quedé libre fue justo cuando pegué el estirón y se me complicaba bastante el tema de la coordinación y los movimientos. Encima en ese entonces Cerro era amateur en el tema juveniles y tenías que arreglártelas bastante solo. Por suerte tuve buenos profes que me ayudaron con el tema de la musculación para fortalecerme, y ya en Primera seguí trabajando la coordinación, algo que hago hasta el día de hoy.

¿Qué futbolista era el que admirabas cuando eras más joven?

– Como nueve, el que más me gustaba era Luca Toni. Lo miraba desde antes de salir de Uruguay, porque aparte de gustarme él, me pareció bárbaro que la haya luchado bien desde abajo para llegar a los equipos grandes. Localmente me gustaba mucho Luis Romero, un delantero que jugó en Peñarol y Nacional, bien de área y que tenía un martillo en la cabeza. Antes de que el fútbol se globalizara, era él, después fue Toni, que fue un boom en el Mundial 2006. Empecé a mirarlo mucho, sus partidos, sus goles, sus movimientos, y pude aprender mucho de él.

– ¿Te acordas de tu debut en Primera?

 Sí, fue a los diecisiete años e hice un gol que en el momento no me acordaba ni cómo fue. Nada más supe que me la pasaron atrás y pateé con zurda, totalmente desacomodado. De lo único que me acuerdo es de estar en el piso viendo como la pelota entraba. Después, cuando estábamos festejando les pregunté a mis compañeros cómo fue, cómo lo hice. A mí todo me costó mucho y hacer un gol en el primer partido en Primera fue algo increíble. 

– Tuviste un paso por la selección juvenil de Uruguay, contanos un poco de esa experiencia.

– Estuve un año entero en la sub-20, en el que se dispuso que los juveniles entrenáramos de marzo a enero. En diciembre, cuando se hizo la limpieza final para el Sudamericano que se jugaba ese año, me recortaron. Era muy difícil porque estaban animales como Cavani y Suárez, pero fue una linda experiencia que me abrió las puertas para integrar un seleccionado del fútbol local. Estuve, con 18 años, convocado para el partido que se iba a jugar con los mejores del país, integrando la selección mayor de Uruguay con Godin, Fucile y Arévalo Ríos, que en ese momento recién empezaban. No lo podía creer, fue de lo mejor que viví.

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Después de un fantástico año y habiendo emergido como uno de los delanteros más prometedores del fútbol uruguayo, Newell’s Old Boys de Rosario se interesó por Boghossian y se lo llevó para allá. Un momento que el montevideano recuerda con mucho cariño y reconoce clave para su carrera.

¿Cómo se da tu llegada a Argentina?

– A Newell’s llego por una amistad que había entre la gente que me representaba y Gustavo Dezotti, que era el manager en ese momento. Tuve un buen campeonato en Cerro y, antes de jugar la liguilla pre-Libertadores para la que habíamos clasificado, ya sabía que iba a ir. Por suerte en esa última etapa también me tocó hacer bastantes goles y eso despertó el interés de otros clubes, pero ya estaba todo acordado con Newell’s.

¿En qué lugar ponés ese paso por el club?

– Fue de lo mejor de mi carrera. Era la primera vez que salía de Uruguay, y pasar de un club chico a Newell’s, con todo el arrastre que tiene, fue un cambio grande. Yendo a lo deportivo, estaba en un muy buen momento, con confianza y muy bien físicamente. Teníamos un gran equipo, con buenos futbolistas en todas las líneas y recambio. Estaban Schiavi, Alayes, Formica, Mateo, Bernardi, Peratta, Insaurralde… estábamos muy bien. Fue un paso que me hizo crecer mucho como jugador y logró que me diera cuenta que en esto del fútbol podes llegar lejos si tenes las ganas y la actitud correcta. Todavía me escribo cada tanto con algunos integrantes de ese plantel.

¿Cómo es llegar de Uruguay para vivir en una ciudad como Rosario?

– Como te dije antes, fue todo un cambio. En Cerro a mí no me reconocía nadie por la calle y pasé de eso a que después de cuatro o cinco partidos en Newell’s todos me pidieran fotos. Teníamos que llevar una vida muy tranquila con mi mujer porque la calle en Rosario era una locura. Es mucha pasión la que se vive. Está todo dividido entre Central y Newell’s. Hay palabras que no podes decir porque te identifican con el otro equipo y ya salen los hinchas contrarios a subir fotos o vídeos cargando al rival porque dijiste tal o cual cosa. Tenés que tener mucho cuidado. Por suerte, a mí un periodista uruguayo me alertó antes de que diera mi primera nota y me pude atajar. La gente y el periodismo allá están para esa: buscan que pises el palito o que mates al rival y están las veinticuatro horas así. Fue una linda experiencia, muy recomendable para cualquier jugador, que por otro lado afortunadamente nunca volví a vivirla porque es tan valiosa como desgastante. Con un año me fue suficiente, más para alguien tranquilo como yo.

¿Te pasó de enfrentarte a rivales que admirabas?

– Cuando recién llegué a Argentina me pasaba todo el tiempo. Cuando era chico, desde los diez años hasta que me fui, en Uruguay te pasaban todos los partidos del fútbol argentino y solamente tres del fútbol uruguayo por fin de semana. Y se miraba mucho, porque además la verdad, sin menospreciar al de Uruguay que me dio de comer, el argentino es más lindo y más vidriera. En el momento que llego a Newell’s, el plantel estaba concentrando en un hotel por la pretemporada. Cuando entro por primera vez estaban comiendo juntos Schiavi, Bernardi, Peratta, Insaurralde y Mateo, sobraba un lugar y me dijeron que me siente con ellos. Para mí eran como ídolos en ese entonces. Se sentaban en la mesa y me jodían, hablaban cosas que a veces no sabía si eran verdad o en joda. Cada vez que conocía una cancha nueva, miraba con admiración todo, hasta a algunos rivales. Sin embargo con ellos no me quedaba congelado, sino que decía “este central es bueno, pero vamos a probarlo a ver si es tan así”. Utilizaba eso como motivación para demostrarme a mí mismo que podía ser mejor.

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A los 23 años y en un momento importante de su carrera, a “Escopeta” le llegó el momento de saltar al Viejo Continente. Una etapa quizás poco ortodoxa, pero de la que el delantero dice haber aprendido mucho. Además, contó allí con un compañero especial.

Un día llega tu representante y te dice “Te vas para el Red Bull Salzburg de Austria”. ¿Cómo se dio ese movimiento?

– Cuando terminó el préstamo con Newell’s estaba haciendo pretemporada con Cerro y me llamaron para irnos al otro día. El destino era Italia o Salzburgo, pero el Red Bull demostró mucho interés y, después de haberse caído inicialmente, terminó dándose la posibilidad de llegar ahí. Yo ni lo conocía cuando me acercaron la propuesta, pero es un club que maneja mucha guita: tenían avión privado, los mejores hoteles… Fue muy raro, yo ya me había preparado y compré un diccionario traductor de alemán porque me la veía venir, ja. Me costó un poco adaptarme, pero fue de los clubes que más experiencia me dejó en todo sentido.

– Ahí tuviste de compañero a Ibrahim Sekagya, un ex Arsenal que estuvo mucho tiempo en Argentina.

– Si, con Ibra me hablo hasta hoy, es un genio. Me ayudó un montón desde que llegué, se puso a disposición desde el principio. Me llevaba donde precisaba y hasta me compró el chip para el celular. Cuando firmé contrato ya me había fijado quiénes estaban, había un argentino y estaba él, que era el capitán y pensé que quizás hablaba español. No sólo era así, sino que en el momento donde yo llego y me presento con todos iba saludando “Hello, good morning” y cuando llego a él me dice “¿Qué hacés chabón, todo bien, boruro?”. Es un porteño más, ja. Por suerte tuvimos mucho feeling y hasta el día de hoy seguimos en contacto. Es más, cuando se enteró de que llegué a Arsenal se puso re contento y ahora hincha más que nunca por nosotros.

– ¿Qué fue lo más difícil que tuviste que enfrentar allá?

– En un momento me fui a préstamo a Nacional. Cuando vuelvo habían cambiado el manager y habían pasado como dos o tres técnicos. Como tienen mucha guita, pasan la escoba y traen seis o siete jugadores por mercado, y como yo había sido una compra de hace dos o tres camadas, no me querían más y me bajaron a Reserva. El presidente de Agremiados se enteró, me llamó y me dijo que estaban en infracción, que por ley no podían hacer eso, entonces ahí iniciamos una demanda para que me devuelvan a la Primera, lo que trajo un montón de negociaciones con los dirigentes. Eran tigres que se me sentaban de a tres en la mesa y me querían intimidar, comerme la cabeza para que me vaya. Terminé peleándome como dos o tres meses mano a mano, con ayuda de mi mujer y mi representante en ese momento y al final logré que me hicieran un nuevo contrato en el que no perdía dinero, que era lo que ellos querían, y a la vez me podía ir. Fue algo a lo que no estaba acostumbrado pero que a la larga me sirvió un montón porque les terminé ganando a tipos de negocios y aprendí a manejarme con muchas cosas que antes no tenía en cuenta.

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Luego de la aventura en Europa, algo truncada por las dificultades que tuvo en Salzburgo, el tanque uruguayo sintió que era el momento de una nueva etapa en tierras conocidas, motivado por un deseo que moviliza a cualquier ser humano: el de ser papá.

– Después de un préstamo en Círculo Brujas y volver a Red Bull, te fuiste a Quilmes. ¿Por qué elegiste volver?

– En Europa me costaba encontrar un equipo que me quisiera porque estaba casi sin rodaje. En Red Bull estuve parado seis meses, y a pesar de que había puesto una cláusula para que me armen un amistoso semanal, no era lo mismo. Además, con mi mujer estábamos buscando ser papás y queríamos estar en Uruguay o Argentina. Por suerte arreglé con Quilmes, al tiempo ella quedó embarazada y pudimos tener a mi nena en Uruguay.

En Quilmes afrontaste una situación difícil. Ya en ese entonces había problemas con los sueldos de los empleados y los jugadores…

– Me quedaron debiendo cinco meses, que creo que nunca los voy a cobrar. Pero más allá de que los dirigentes se hayan portado mal, ese Quilmes fue el club con el que más presión encima jugué y me sirvió muchísimo. Estuvimos peleando el descenso todo el año y salir a la cancha ahí era bravísimo: no cobrabas, no salían las cosas, la gente te puteaba y vos tenías que rendir igual. Por suerte, al final terminamos haciéndolo y nos pudimos salvar. Yo no arranqué de la mejor manera pero terminé bien, llegando al final y jugando los partidos decisivos. Si bien fue el lugar en el que más me putearon por lejos y hasta con razón, todo terminó bien tanto para mí como para el club.

Ya más cerca del presente, un nuevo paso por Uruguay en Defensor y Cerro. Imagino que necesitabas volver a sentirte cómodo…

– Volví a Uruguay para buscar el ritmo que en Quilmes no pude terminar de tener por bajo rendimiento y algunas lesiones. En Defensor tuve una oportunidad, pero una lesión muscular me frenó y después, como el equipo siguió ganando, no jugué. Volví a Cerro, aunque en el primer semestre el cuerpo técnico que estaba en ese momento me faltó a la palabra. Por suerte al final lo pudimos arreglar hablando de frente y tirando todos para el mismo lado. Cerro estaba complicado, había hecho once puntos hasta ahí y teníamos que agarrar a tres equipos que estaban a siete puntos para no irnos al descenso. Por suerte lo hicimos, me tocó jugar varios partidos, incluido el clásico que ganamos (NdeR: 2-0 ante Rampla Juniors) y pudimos zafar. El segundo semestre ya fue distinto: me tocó jugar de titular siempre, hice varios goles y me salió la oportunidad de volver acá en un momento en el que tenía la confianza muy arriba.

Como si no hubiera habido desafíos a superar en tu carrera, te llega el tema de la rotura del tendón de Aquiles.

– Las lesiones son cosas de nuestra profesión. La que tuve fue una de las más graves, pero nunca fui de lesionarme seguido. Son cosas que pasan, tenés que apuntar a recuperarte y punto. A lo sumo podés prevenir con gimnasio o algún ejercicio, pero son cosas del fútbol. Mi mujer fue muy importante porque estuvimos los siete meses espalda con espalda, y por suerte cuando volví pude hacer un gol y dedicárselo a ella y a mi nena. La lesión fue dura, pero hoy siento que estoy muy bien, nuevamente con confianza y muchas ganas. Estoy muy bien de cabeza, y si llega a tocar otra la paramos con el pecho y seguimos.

– ¿Cómo evaluás el fútbol argentino actual en comparación con el que viste en 2009 en tu paso por Newell’s? ¿Qué cambios notás?

– Lo que me sorprendió de Argentina en el momento que llegué fue la intensidad. Se iba a buscar, se proponía. Capaz ahora no pasa tanto y los equipos se cuidan un poco más, apostando a los detalles. Cuando estuve en Quilmes y había tres descensos con veinte equipos, lo vi más claro. Ahora quizás al haber treinta hay algunos que arriesgan un poco más. Sin embargo, yo sostengo que a pesar de la preocupación por cerrar espacios que hay ahora, una vez que salteás las primeras líneas de presión los huecos aparecen. En Uruguay, por ejemplo, se te meten atrás y es muy difícil porque, si los rivales se te plantan bien, tu nueve, los otros delanteros o el enganche no tienen espacios.

¿Sos de mirar mucho fútbol?

– Sí, pero miro lo que realmente me interesa. Te veo los clásicos de acá, de Uruguay o algún partido trascendental que me despierte interés, pero después trato de mirar NBA, algún otro deporte como los Grand Slam de tenis o quizás una serie para distenderme un poco porque sino es todo fútbol y tampoco quiero eso. Intento distraerme con mi hija, mirar alguna película o serie con mi mujer. Por lo general no miro mucha tele, pero cuando lo hago pongo alguna cosa para dejar de fondo y distraerme.

Dijiste que fue todo fútbol desde el principio pero, ¿alguna vez se te dio por practicar otro deporte?

– Lo hago, pero de forma amateur con amigos para mantenerme físicamente en las vacaciones y no estar teniendo que salir a correr. Juego al básquet o algún que otro partido de tenis, así me puedo mantener y a la vez desestresarme y divertirme.

– Afuera de la cancha, ¿Observas cosas tuyas para mejorarlas? ¿Sos de hablar con los más chicos para que también lo hagan?

– Lo mío trato de mejorarlo siempre, día a día siempre se puede. En cuanto a los chicos, si veo que quieren ser ayudados, les doy una mano. Después, si son muy secos o cerrados no les hablo porque no quiero que me miren como alguien que les viene a decir lo que tienen que hacer, más en este deporte en donde por ahí les querés corregir algo y te miran como diciendo “¿y este a quién se comió?”. Si veo que se están equivocando en cosas que yo me equivocaba a su edad y por ahí me dan un pie o veo que se preocupan, ayudo. Sino, prefiero no pasar ese límite porque cada uno arregla sus problemas como quiere y quizás al uno interferir los hace sentir incómodos.

¿Pensás seguir vinculado al fútbol cuando te retires?

– Seguramente sea algo vinculado a lo que es formar o dirigir. Con los años vos te vas dando cuenta que todo lo que te pasó podés volcárselo a alguien. De repente algún error sencillo que se comete en una cancha, un vestuario o en alguna actitud de un jugador, vos al haberlo vivido podés acomodar esa situación con dos palabras. Es algo que en su momento no lo tuve, o sí y me ayudó. En un futuro confío en poder transmitir lo que fui viviendo tanto adentro como afuera de la cancha.

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Fotos: Renato Giovanetti

Juan Saber

Mi nombre es Juan Sáber, tengo 22 años y estoy por recibirme de Licenciado en Ciencias de la Comunicación en UADE. No conocía RDF antes, llegué porque me acercaron la propuesta y sentí que era un proyecto viable y en el que podía aportar. Me tocará cubrir Arsenal, club en el que ya estoy trabajando para otro medio y que aprendí a conocer bien (más allá de ser hincha). Es un club muy especial, por diversos motivos, y siento que la posición que logré en mi otro trabajo me da las condiciones como para poder acercar buena información sobre el mismo.

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1 Comentario

  1. Diego González dice:

    Chapeau Juance y Rena! un lujo esta entrevista, completisima!

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