Fue un partido que no se debió haber jugado. Fue un partido que no jugaron los futbolistas, porque a ellos “los tiraron a la cancha”. Casi como un chico que si tiene ganas de entretenerse prense su computadora o playstation y se pone un FIFA o un PES porque sabe que los muñecos haciendo de futbolistas ahí estarán a su disposición, así es el fútbol argentino.
Los dirigentes de AFA, con Claudio Tapia y Marcelo Tinelli a la cabeza, manejaron a los futbolistas sin necesidad de controles remotos porque, en su lógica poco seria, consideraron que es más importante el dinero del negocio televisivo que la salud humana. Habría que aclararle al presentador televisivo que esto no es un show donde se mide un rating, informarle que están jugando no con muñequitos de consola, sino con la vida de otros.
Mientras en el mundo se frenan ligas extranjeras, que cotizan en euros y competencias prestigiosas como la UEFA Champions League, acá consideran que la Copa Superliga se debe jugar pero a puertas cerradas “por prevención”. Entonces la pregunta que uno se hace es: ¿Y la policía? ¿Los 22 futbolistas y bancos de suplentes? ¿El personal de estadio? ¿Los periodistas como uno? ¿Los jueces? ¿A caso son robots inmunes?
Realmente todo se volvió un circo donde la función debe continuar. Una vergüenza. Tienen deportistas, presidentes, prensa y hasta el mismo presidente de la Nación, Alberto Fernández, diciendo que lo lógico es “parar la pelota” y escuchan más a dos o tres cadenas televisivas de peso.
Después de lo que fue la victoria agónica de Racing Club ante Aldosivi por 4-3 uno imaginaba que despertaría al otro día con todo parado, pero poco después llegó la noticia de que habrá segunda fecha. Se jugarán los partidos que televisen TNT Sports y Fox Premium como si nada pasara, como si no hubiese una pandemia que día tras día se cobra vidas de chicos y adultos. Si uno, a modo de conclusión tiene algo que asegurar es que la diferencia entre el COVID-19 y los negociados, es que el primero tiene cura.