El paso de Alfaro por el Xeneize quedará rápidamente en el olvido. Su estilo de juego nunca agrado y sus dichos post eliminación ante River sellaron su suerte.
“Es una mezcla de orgullo y desafío estar acá. Estoy cumpliendo un compromiso que asumí con mi viejo, cuando dejaba la ingeniera química para dedicarme al fútbol, le dije que iba a llegar a lo más alto del fútbol argentino“.
Así gráfico sus sensaciones Gustavo Alfaro al momento de ser presentado como nuevo DT de Boca el pasado 2 de enero. Acompañado por Daniel Angelicci y Nicolás Burdisso, Lechuga dejaba atrás una convulsionada salida de Huracan y llegaba al punto más alto de su dilatada carrera como entrenador.
El desafío no era fácil. Agarró a un Xeneize herido de muerte tras la histórica final de la Libertadores perdida ante River en Madrid. Había un arduo trabajo de reconstrucción por hacer con la parte anímica como eje.
La primera parte del año, aún sin grandes momentos de juego, Boca se clasificó a octavos de la Libertadores y superó la primera gran prueba al ganar la Supercopa Argentina por penales a Rosario Central. Pero la derrota en la final de la Copa de la Superliga ante el descendido Tigre pegó duro.
Apenas comenzado el segundo semestre los de Alfaro sufrieron otro traspié: eliminados en 32avos de final de la Copa Argentina por Almagro, equipo de la B Nacional. Este golpe fue tapado por las series de octavos y cuartos de final de la Libertadores, donde Boca superó con holgura a Paranaense y Liga de Quito respectivamente.
El partido con River por la Superliga marcó el ciclo de Alfaro. Fue un 0-0 donde el Xeneize apostó a resguardar el cero en su arco (Soldano jugo de 8) y resignó atacar. El DT logró su objetivo de anular al Millonario pero quizás lo confundió de cara a lo que se venía luego: el mano a mano copero con los de Núñez por las semifinales.
Boca llegó a la ida en el Monumental en franco declive (si es que algún momento mostró buen fútbol en la era Alfaro), con muchos lesionados y nuevamente con una apuesta de tinte defensivo (Soldano otra vez de 8, Marcone de 5 delante de los centrales y una dupla de 5 bis con Capaldo y Mac Allister). Quizás la “efectividad” del planteo por la Superliga motivó el esquema, pero el tempranero penal de Más que Borre transformó en el 1-0 complicó todo. El Xeneize jugó muy mal, pudo ser goleado y el 0-2 en contra terminó siendo un negocio.
En la revancha Alfaro se jugaba más que el acceso a la final de la Libertadores y cortar la racha adversa con River de los últimos años. Estaba en juego la renovación de su contrato. El triunfo 1-0 no alcanzó y el DT post partido expresó “me siento orgulloso de haber estado en Boca“. Esa expresión fallida en tiempo pasado dejó en claro que el entrenador ya se veía afuera del Xeneize.
Para colmo agregó “quiero terminar de la mejor manera posible estos partidos y después irme a mi casa y recuperar mi vida“. Esta frase fue imperdonable para gran parte del mundo Boca y a pesar de sus intentos por aclararla, el “daño” ya estaba hecho.
Esos partidos pasaron y el Xeneize terminó segundo, detrás de Argentinos, el año. La victoria de Ameal-Pergolini-Riquelme aniquiló cualquier esperanza (si es que la había) de continuar si ganaba el oficialismo.
“Obviamente Boca está obligado a ganar todo lo que juega. Boca no tiene purgatorio, es cielo o infierno“, manifestó también el DT ese aquel 2 de enero de presentación. Cuanta razón tenía Alfaro. Para él Xeneize fue infierno y un paso que rápidamente será olvidado.
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