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Por 2 palos

La curva descendente para los “Blanquirrojos” comenzó en México 1986, donde se vio el último resabio de la “Generación Dorada”. Pasaje a octavos de final, pero amarga despedida que incluyó 7 goles en los últimos 2 partidos.

Polonia encaró su quinta Copa del Mundo con menos expectativas que las anteriores. El oro olímpico de Münich 1972 y los 2 bronces mundialistas habían posicionado al fútbol de las “Águilas” como uno de los más vistosos del “Viejo Continente”.

El camino hacia México 1986 no fue tan sencillo como aparentaba, ya que tuvo que compartir el grupo 1 con la ascendente Selección de Bélgica (subcampeona europea en 1980), Grecia y Albania.

Victoria 3-1 sobre los helenos en Zabrze (doblete de Dariusz Dziekanowski y un tanto de Wlodzimierz Smolarek) y empate 2-2 con muchas dudas ante Albania en Mielec (goles de Smolarek y Andrzej Palasz).

La primera excursión fuera de casa acabó con una derrota 0-2 ante Bélgica en Bruselas (cortesía de Erwin Vandenbergh y Franky Vercauteren). Con la mitad de la eliminatoria disputada, Polonia conoció los 3 resultados y tenía que apuntar a salir indemne en el mano a mano ante los “Diablos Rojos”.

Las siguientes presentaciones fuera de casa terminaron con triunfos necesarios: 4-1 a Grecia en Atenas (Smolarek, Marek Ostrowski, Zbigniew Boniek y Dziekanowski) y 1-0 sobre Albania (diana de Boniek).

A los belgas no les había ido bien en sus compromisos como visitantes, que incluyeron un inesperado revés 0-2 contra los albaneses y un pálido empate sin goles ante los griegos.

Por lo tanto, un empate en Chorzow frente a Bélgica le aseguraría a Polonia el boleto hacia territorio azteca, simplemente por la mayor cantidad de goles a favor (ambos igualaban en puntos y hasta en goal average). A no desesperar para los “Diablos Rojos”, que tuvieron una segunda oportunidad con un play-off nada menos que ante sus vecinos holandeses y también dijeron presente en México 1986.

Los polacos fueron emparejados en el Grupo F, junto a Inglaterra, Portugal y Marruecos. Se sabía que los candidatos a quedarse con la zona serían los británicos, de los lusos no se esperaba demasiado en su segunda Copa del Mundo y de los africanos se conocía poco y nada (también jugaban su segundo Mundial y justamente en suelo mexicano, 16 años después de su estreno).

El debut para los “Blanquirrojos” fue en Monterrey ante los marroquíes. Las sólida performance del arquero Badou Zaki y la ineficacia del circuito de ataque europeo dejaron el marcador en silencio. Empate con sabor a triunfo para los “Leones del Atlas”, que ya se habían dado el gusto de arrancarle una igualdad a un europeo en 1970 (1-1 ante Bulgaria en León). La segunda sorpresa llegó en el otro partido, donde Portugal se impuso 1-0 a Inglaterra con gol de Carlos Manuel.

No quedaba otra para los polacos que ganar si es que querían mantener firmes sus esperanzas de pasar a octavos de final. Y fue Wlodzomierz Smolarek – el valor más destacado durante las eliminatorias europeas – el autor del solitario gol para el triunfo 1-0. Más sorpresas para este boletín: los ingleses no pudieron ante Marruecos y perdieron algo más que 1 punto, ya que su capitán Bryan Robson salió lesionado y Ray Wilkins se ganó la tarjeta roja por arrojarle la pelota al árbitro paraguayo Gabriel González. Otro 0-0 para los africanos, que ya eran la sensación del Mundial.

Smolarek ya definió por bajo ante el achique de Vitor Damas y consiguió el único gol polaco en la Copa del Mundo (Foto: Pinterest)

Con el nuevo sistema de disputa, a la próxima ronda se clasificaban los 2 primeros de cada grupo + los 4 mejores terceros. Por lo tanto, en el peor de los casos, Polonia podía aspirar a un lugar entre los 16 con apenas 3 puntos, producto de 1 empate y 1 victoria (recordemos que se otorgaban 2 unidades por partido ganado).

La resurrección inglesa vino justamente en el último duelo del grupo. Los “Tres Leones” golearon 3-0 a los polacos con un triplete de Gary Lineker. Sin embargo, ambos países consiguieron el boleto a octavos debido al impacto que vino desde Zapopan: Marruecos había superado 3-1 a Portugal y se había quedado con el primer puesto del grupo. De no creer.

La derrota de Polonia desnudó las limitaciones de un equipo que ya no era lo que solía ser. Poco peso ofensivo y demasiadas ventajas en defensa. Y para colmo de males, el rival en octavos sería nada menos que Brasil.

El Estadio Jalisco de Guadalajara fue el escenario de la última función polaca, ya que marcaría una prolongada ausencia de 16 años. No hay demasiado para analizar con una goleada 4-0 en favor del “Scratch” si solamente nos detenemos a mirar los fríos números. Pero hubo pequeños detalles que – sin necesidad de hacer futurología – bien pudieron alterar el orden de las cosas.

Demasiado calor en Guadalajara (una constante de lo que fue el Mundial en sí por los inhumanos horarios designados) y Polonia llegaba de punto ante uno de los máximos candidatos a levantar el trofeo.

Con el partido empatado sin goles, Polonia tuvo 2 chances clarísimas para abrir el marcador. Primero un centro de Jan Karas que picó una vez dentro del área chica y nadie pudo desviar: el arquero Ze Carlos voló desesperadamente y la caprichosa se estrelló en el poste derecho.

Más tarde, la redonda le quedó picando a Ryszard Tarasiewicz en la medialuna del área y el petiso volante (créanme que jugaba fenómeno), sacó un fierrazo que dio en el travesaño y picó delante de la línea de gol.

No se puede perdonar una – ni mucho menos dos – veces a Brasil, porque se sabe que en algún momento saca un as bajo la manga para realzar su jerarquía. A la media hora de partido, Sócrates sí pudo quebrar el cero en el arco de enfrente y los sudamericanos se fueron 1-0 arriba al descanso.

El complemento se jugó a la manera de Brasil y ya no hubo equivalencias. Un cañonazo de Josimar (ya había mostrados sus credenciales ante Irlanda del Norte en la fase de grupos), un hermoso regate de Edinho para desparramar al arquero Jozef Mylnarczyk y otro penal transformado en gol – esta vez por Antonio Careca – redondearon un contundente 4-0 y una dura caída para los europeos.

Costó – y mucho – reponerse de un fin de ciclo. Es que la sensación que quedaba era que lo mejor ya había pasado. No hubo renovación ni material que augurase un futuro promisorio.

Recién 6 años más tarde, con la irrupción de un seleccionado sub-23 que puso en aprietos al anfitrión España en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y que cosechó la presea de plata, se plantó una semilla para que diera frutos mucho más adelante.

El regreso se selló en 2002 y tuvo continuidad en 2006. Pero tan sólo fueron experiencias negativas, donde se ganó el último partido de la fase de grupos con el ya confirmado destino de eliminación.

México 1986 fue una suerte de homenaje a lo bueno que se hizo durante 14 años (1 título olímpico y 2 podios mundialistas). El adiós para Polonia no fue el que se esperaba y quizás pudo dejarse una imagen menos desoladora que el póker en contra sufrido ante el “Scratch”. Tal vez la suerte no acompañó en los momentos indicados y el destino quizás le jugó una mala pasada. No le echen la culpa a Río como lo hizo Michael Caine en la comedia romántica dirigida por Stanley Donen… más bien permítanse creer que fue por obra de 2 palos.

(Foto Principal: Pinterest)

Emiliano Schiavi

Soy Emiliano Schiavi y siempre me interese por el fútbol internacional. Sin cable ni internet me las arreglaba leyendo el "Guerin Sportivo" o cualquier revista extranjera que sólo se conseguía en pocos kioscos del Centro. También me acompañaba algún VHS sobre la historia de los mundiales y nunca me cansaba de verlos. Por eso le preste atención al fútbol de Europa, Africa, Asia y - si estaba aburrido - Oceanía. Descubrí un medio maravilloso como la radio y conocí buena gente (grandes amigos) que me acercaron al Rincón del Fútbol. La radio es una pasión, pero escribir es un deleite. Y todos los dias lo hago en este espacio, donde investigo y me gusta informar y entretener. Mi mayor expectativa para este nuevo proyecto es seguir aprendiendo. Porque a los 45 años también se aprende, créanme. Tengo total libertad para expresarme, leer y ser leído. Porque nadie desafina cuando uno escribe lo que se le canta. Digamos todo ...

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