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“La sorpresa del siglo”

El Torneo de Fútbol de los Juegos Olímpicos supo ser la plataforma ideal para que el mundo conociera a los “Samurais Azules”. Dos resultados que causaron revuelo a propios y extraños: uno en casa y el otro que aún deja perplejo a quien lo recuerda como si fuera ayer.

Japón entró en escena en el mundo del fútbol con la participación en los Juegos Olímpicos. Competición valorada en un principio por los seleccionados tradicionales (en Uruguay aún se afirma que las medallas doradas de 1924 y 1928 equivalen a un Campeonato del Mundo) y luego denostada por muchos con la aparición de los Mundiales.

Lo cierto es que lo que significaba un banco de pruebas para los países más fuertes también era una forma de darse a conocer y de ganar experiencia para las noveles selecciones. Y los nipones tuvieron su bautismo olímpico nada menos que en la Alemania nazi.

No desentonaba demasiado una nación que formaba parte de la Alianza conocida como “El Eje” (la Italia fascista completaba ese trío funesto). Fue un torneo en el que poco tuvo que ver el espíritu olímpico a la hora de mostrar a una nación que se creía un imperio y a una raza que estaba convencida que era superior a las demás. El golpe más duro que recibió Hitler fue la consagración de Jesse Owens con 4 preseas doradas: sí, el negro estadounidense le había dado una lección deportiva a un gobernante – recuerden que fue votado por su pueblo – que pensaba que era un atleta que tenía ancestros salvajes y que no merecía competir en ninguna disciplina.

En lo que a fútbol se refiere, el debut japonés fue auspicioso. Triunfo 3-2 sobre Suecia luego de ir 2-0 en desventaja. Hasta que Italia, vigente campeona del Mundo desde 1934, le dio un baño de realidad con un categórico 8-0 (a la postre, los “Azzurri” serían los ganadores de la medalla de oro).

El segundo intento olímpico se dio en Melbourne 1956 y los nipones tuvieron que medir fuerzas ante el anfitrión en el Cricket Ground. Fue victoria 2-0 de los “Socceroos” y temprana eliminación de un equipo que apostaba a sumar partidos internacionales.

En 1964 Tokio fue elegida como sede de los XVIII Juegos Olímpicos de la era moderna y la clasificación al torneo de fútbol era automática. Los locales fueron emparejados en el Grupo D junto a Ghana y la Argentina.

Primer impacto mundial del seleccionado asiático sobre una “Albiceleste” que contaba entre sus filas a Agustín Mario Cejas, Miguel Tojo y Roberto Perfumo. El propio “Mariscal” recordaba que “los japoneses aplaudían los laterales como si fueran goles, pero tenían a un petiso que se llamaba Miyamoto y nos bailó”. Histórico éxito nipón 3-2 luego de ir 2 veces en desventaja.

Luego sería caída por el mismo marcador ante los ghaneses pero clasificación a cuartos de final como mejor segundo. En esa instancia, Checoslovaquia – subcampeona del mundo en Chile 1962 – barrió 4-0 a los locales y los dejó afuera.

Para demostrar que no fue casual lo conseguido en casa, Japón obtuvo el pasaje para México 1968 y allí logró su mejor actuación deportiva en la historia de los Juegos Olímpicos, al cosechar la medalla de bronce.

Invictos en la primera fase con 2 sorprendentes empates ante Brasil (1-1) y España (0-0) + 1 victoria frente a Nigeria (3-1), los “Samurais Azules” se metieron entre los 8 mejores por segunda edición consecutiva.

Nuevo cimbronazo con un 3-1 sobre Francia pero freno a la ilusión con un terrible 0-5 ante Hungría. Quedaba el consuelo del bronce, como para hacer historia. Y los nipones se cargaron al dueño de casa al imponerse 2-0, para subirse al podio por primera – y hasta ahora única – vez en su vida.

Pasó el tiempo y el fútbol evolucionó. Para buscar que sea aún más atractivo se cambiaron algunas reglas. Y los Juegos Olímpicos sirvieron como perfectas pruebas piloto para experimentar decisiones de la FIFA. Barcelona 1992 tuvo 2 cambios drásticos: el arquero no podía tomar la pelota con sus manos si un compañero se la pasaba de forma voluntaria (salvo que fuese con la cabeza o el pecho); y los seleccionados debían estar integrados por menores de 23 años (luego se hizo más flexible con la posibilidad de incluir a 3 mayores de esa edad).

Los Juegos de 1996 regresaron a los Estados Unidos y la ciudad de Atlanta albergó la XXVI edición. Por estos lares lo recordaremos con tristeza por la final perdida ante Nigeria. Pero el punto de partida de la odisea olímpica tuvo el batacazo más grande del Siglo XX futbolero.

El Orange Bowl de Miami fue el escenario de la gran gesta histórica del fútbol japonés. Los “Samurais Azules” debutaban nada menos que ante Brasil un 21 de julio.

El “Scratch” tenía en sus filas a jugadores como Dida, Aldair, Bebeto, Rivaldo (estos 3 eran los mayores de edad), Roberto Caros, Ronaldo (el original, Nazario Lima), Juninho Paulista y Savio, entre otros. Japón a jóvenes ignotos por estas latitudes pero que comenzaban a afianzarse en la naciente J-League profesional y el más conocido de ellos era el de la cabellera rojiza, pero que jugada fenómeno: un tal Hidetoshi Nakata.

Partido destinado a adivinar cuántos goles le iba a encajar el por entonces tetracampeón del mundo a un seleccionado inexperto. Tamaño golpe se llevaron los que apostaron por el verde y el amarillo cuando fueron testigos de una hazaña pocas veces vista.

En el minuto 72, el arquero Dida y el zaguero Aldair fueron a buscar la pelota casi sin mirarse y chocaron de manera hilarante. Nunca la vio tan fácil Teruyoshi Ito, quien solamente tuvo que empujarla al fondo del arco vacío y decretar el impensado 1-0 definitivo.

“El Milagro de Miami” titulaba Nikkan Sports ante semejante hazaña del seleccionado dirigido por el actual DT de la mayor, Akira Nishino (Foto: Globo Esporte)

Arthur Antunes Coimbra – mejor conocido como Zico – cerró su brillante carrera como futbolista en Japón, a principios de la década de 1990. El fútbol aún era amateur en el Imperio del Sol Naciente y estaba más bien vinculado a empresas (preferentemente automotrices o electrónicas).

“Fue la sorpresa del siglo”, declaró Zico cuando le consultaron sobre la derrota brasileña ante los nipones, en su lugar de conocedor del fútbol japonés. “Van a pasar años hasta que un resultado semejante se repita”, añadió.

A Japón no le alcanzó ni siquiera para superar la fase de grupos y Brasil hasta recuperó la vanguardia y se clasificó a cuartos junto a Nigeria. Después volvería a ser sorprendido ante una “Super Águilas” que también se cargaron a la Argentina y se quedaron con el oro. El “Scratch” se colgó en el cuello el consuelo del bronce, pero la humillación en el debut del torneo no es un recuerdo del que escapen con facilidad.

Los “Samurais Azules” estuvieron cerca de subirse al podio en Londres 2012, pero en el partido por la medalla de bronce sucumbieron ante su clásico rival Corea del Sur, al caer 2-0 en el Millenium de Cardiff.

La revancha será otra vez en casa, en 2020 con otra nueva oportunidad para la ciudad de Tokio. Hubo sorpresas impactantes frente a gigantes del fútbol mundial y se ganó experiencia por doquier. Todavía falta para hacer más ruido dentro del mundillo del fútbol. Las caídas han sido numerosas y las alegrías apenas contadas con los dedos de una mano. Pero siempre es bueno recordar ese viejo proverbio japonés: –“Se aprende poco con la victoria, en cambio mucho con la derrota”.

(Foto Principal: Globo Esporte)

Emiliano Schiavi

Soy Emiliano Schiavi y siempre me interese por el fútbol internacional. Sin cable ni internet me las arreglaba leyendo el "Guerin Sportivo" o cualquier revista extranjera que sólo se conseguía en pocos kioscos del Centro. También me acompañaba algún VHS sobre la historia de los mundiales y nunca me cansaba de verlos. Por eso le preste atención al fútbol de Europa, Africa, Asia y - si estaba aburrido - Oceanía. Descubrí un medio maravilloso como la radio y conocí buena gente (grandes amigos) que me acercaron al Rincón del Fútbol. La radio es una pasión, pero escribir es un deleite. Y todos los dias lo hago en este espacio, donde investigo y me gusta informar y entretener. Mi mayor expectativa para este nuevo proyecto es seguir aprendiendo. Porque a los 45 años también se aprende, créanme. Tengo total libertad para expresarme, leer y ser leído. Porque nadie desafina cuando uno escribe lo que se le canta. Digamos todo ...

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