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La hora más difícil, segunda parte (y final)

Nuevas decepciones para los “Aussies”, que tuvieron 3 chances de regresar a una Copa del Mundo vía repechaje pero se quedaron con las manos vacías: 2 de ellas ante campeones del mundo y la restante con la peor frustración jamás vivida en casa.

A partir de la década de 1990, Australia no terminaba de dominar en Oceanía y para colmo le faltaba un poco de roce internacional. Un título continental ante el débil seleccionado de Tahití (1996) y una final perdida como local ante Nueva Zelanda (1998), no terminaba de convencer para posicionarse como el principal representante de la región.

La nueva chance de jugar una Copa del Mundo comenzó en 1992, con la mente puesta en Estados Unidos 1994. La primera ronda de clasificación fue demasiado sencilla, con 4 triunfos sobre igual cantidad de partidos: ante Islas Salomón (2-1 en Honiara y 6-1 en Newcastle) y frente a Tahití (3-0 en Papeete y 2-0 en Brisbane).

En la lógica definición continental lo esperaba su viejo conocido, Nueva Zelanda. Los “Socceroos” terminaron con varios fantasmas al imponerse 1-0 a domicilio en Auckland (cortesía de Graham Arnold). La confirmación llegaría en Melbourne, con un contundente 3-0 gracias a los goles de Carl Veart, Aurelio Vidmar y Ned Zelic. Se había dado el primer paso y en el horizonte cercano aparecía Canadá, segundo clasificado de la Concacaf (México había obtenido la plaza directa y Estados Unidos era el país organizador).

El primer duelo tuvo lugar en Edmonton y los canadienses dieron vuelta el marcador para salir airosos por 2-1 (Nick Dasovic en contra había adelantado a los australianos). En Sydney hubo devolución de gentileza por parte de los “Socceroos” y el triunfo 2-1 (tantos de Frank Farina y Mehmet Durakovic) forzó a la definición por penales.

El héroe de la jornada fue el arquero Mark Schwarzer, que contuvo los disparos de Mike Sweeney y Alex Bunbury, para sellar el 4-1 definitivo y ganarse el derecho de enfrentar a un representante sudamericano.

El último escalón hacia el Mundial fue el escenario más difícil para Australia. Su rival sería nada menos que Argentina, golpeada por el humillante 5-0 sufrido en su propia casa ante Colombia y con la angustia de quedar afuera de una Copa del Mundo por eliminatorias por segunda vez en su historia.

El clima que se vivía en torno a la “Albiceleste” era el peor en años. Sobrevolaban las dudas que antes ni aparecían: Ricardo Daniel Altamirano fue uno de los pocos que pagó por aquella fatídica tarde noche del 5 de septiembre de 1993 y el puesto de lateral izquierdo quedó vacante. La prensa presionó e instaló el nombre de Carlos Javier MacAllister. Pero no alcanzaba… era necesario el retorno del emblema más grande de todos los tiempos.

Sin Claudio Caniggia le pasaron la factura por la eliminación de Italia del Mundial 1990 suspendido por dóping, el operativo regreso se puso en marcha: nuevamente Diego Armando Maradona vestiría la camiseta nacional.

Alfio Basile, ganador de 2 Copas Américas con la “Albiceleste” y que mantuvo a la Selección invicta durante 33 partidos, estaba en la cuerda floja. Perderse el Mundial sería una catástrofe impensada. Volvía el genio del fútbol mundial con 33 años… a todo esto se enfrentaba Australia.

En Sydney sería el encuentro de ida y la Argentina se trajo un empate y un gol como visitante. Un centro a perfil cambiado de Maradona sería muy bien anticipado de cabeza por Abel Balbo, para el 1-0 parcial. Pero el movedizo Aurelio Vidmar escapó al control de la defensa y estampó la igualdad.

Llovieron las críticas para el seleccionado de Basile y la revancha era necesario sacar pasaje a Estados Unidos, sea como sea. Partido chato, con pocas situaciones de gol y que se definió por una carambola: un centro desde la derecha de Gabriel Batistuta rebotó en Alex Tobin y terminó en el fondo del arco. El grito contenido de un país terminó con el sufrimiento innecesario (les puedo asegurar que es indescriptible esa sensación que viví esa noche en la cancha): Argentina al Mundial … Australia hizo más fuerza de lo que se esperaba.

Ya partió el centro de Gabriel que se transformó en un nuevo Batigol… por Dios, qué manera de sufrir. (Foto: Efemérides Futboleras)

Se renovaban las esperanzas porque otra vez la FIFA hizo de las suyas. Un Mundial sin Inglaterra, Francia o Uruguay no era demasiado atractivo. Por lo tanto, se elevó de 24 a 32 el número de participantes de cara a la XVI Copa del Mundo, a celebrarse en territorio francés por segunda vez en la historia, luego de 50 años.

Un calco de las eliminatorias anteriores para Australia, ya que volvió a compartir grupo con Tahití e Islas Salomón. Lógicos triunfos de los “Aussies”: 13-0 y 6-2 sobre las islas que llevan su nombre por el rey más justo y no por la vedette Beatriz, sépanlo, y también 5-0 y 2-0 sobre la denominada “Polinesia Francesa”. Otra final continental ante Nueva Zelanda, pero esta vez no hubo equivalencias.

Un equipo australiano más maduro vapuleó 5-0 en el global a los “All Whites”, con una goleada 3-0 en Auckland (anotaciones de John Aloisi, Aurelio Vidmar y Craig Foster) y un triunfo 2-0 en Sydney (cortesía de Ned Zelic y de Graham Arnold).

El Mundial estaba más cerca, solamente queda un peldaño para subirse al final de la escalera tan deseada y sería en una repesca intercontinental frente a Irán.

El inglés Terry Venables estaba al mando del seleccionado oceánico y la misión de regresar a una Copa del Mundo era la más accesible en años. El primer partido se jugó en Teherán y terminaron igualados 1-1, por los goles de Harry Kewell para el visitante y de Khodadad Azizi para los persas. Panorama más que alentador para el desquite en Melbourne, donde el gol fuera de casa era una ventaja para los “Aussies”.

Y qué decir si los locales comenzaron arriba en el marcador 2-0, gracias a los tantos de Harry Kewell y Aurelio Vidmar. Eran 98 mil australianos que soñaban con la invitación a la fiesta del fútbol mundial, con dejar atrás viejas decepciones y volver a empaparse de ese elixir mundialista. Pero enfrente hubo un seleccionado que arruinó la fiesta y en 15 minutos le clavó una daga en el corazón a un país.

Más bien fueron 2: Karim Bagheri descontó a los 75´ y otra vez Azizi sacudió la red australiana, 4 minutos más tarde. Empate 2-2 y los goles como visitante de pronto favorecieron a los iraníes. Otra vez Australia sin Copa del Mundo y Venables fue el chivo expiatorio de un rotundo fracaso.

Un aniñado Harry Kewell todavía no entiende cómo se le escapó la clasificación a Australia. (Foto: The Sydney Morning Herald)

De cara a la aventura de Oriente, los “Socceroos” iniciaron la fase de clasificación para Corea/Japón 2002 con una nueva conquista continental: campeones en la edición de 2000 (2-0 en la final ante sus vecinos neozelandeses).

Una hilarante primera ronda disputada íntegramente en territorio australiano, en Coffs Harbour. El chiste fueron los 66 goles que convirtieron los locales en apenas 4 juegos, que incluyó el nuevo récord de goleada en un partido de eliminatorias para un Mundial: 31-0 sobre Samoa Americana.

Una vez más en la final se verían las caras ante Nueva Zelanda y los “Aussies” volvieron a sortear la final oceánica con estilo. Un 2-0 en Wellington (doblete de Brett Emerton) y un sólido 4-1 en Sydney (David Zdrilic por duplicado, Emerton y John Aloisi los tantos australianos) para dejar a los “Socceroos” como los verdaderos dominadores de la región.

Sin embargo, un nuevo tronco en el camino tornó la misión regreso como algo demasiado utópico. El adversario sería Uruguay, quinto clasificado de la Conmebol y con la ventaja de definir la serie en Montevideo.

Australia dio el primer golpe en casa. En Melbourne, un penal que Kevin Muscat cambió por gol a 12 minutos del epílogo le dio la mínima diferencia al equipo que por aquel entonces dirigía Frank Farina,

Pero la “Celeste” quería romper el maleficio de 12 años sin Mundiales y mostró su poder de gol en el mítico Centenario. Fue 3-0 con un tanto de Darío Silva y un doblete de Ricardo “Chengue” Morales, para un global de 3-1 y echar por tierra esa ilusión oceánica.

Lágrimas amargas en la despedida de Tony Vidmar por una nueva frustración. (Foto: Gary M. Prior/ALLSPORT)

La materia prima estaba. Los nombres se diseminaban por las ligas importantes y Australia ganaba en experiencia. Sí, el crecimiento se notaba pero no era suficiente para dar el salto de calidad necesario. Lo de Argentina y Uruguay era esperable, lo de Irán fue un verdadero shock.

El 31-0 sobre un rejunte de amateurs ignotos fue la gota que rebalsó el vaso (también hay que mirar en las anteriores, digamos todo), porque Australia necesitaba otra clase de rigor competitivo. Sortear con demasiada facilidad la zona continental y levantar un vuelo corto, no era ni más ni menos que estrellarse a baja altura cuando se vería las caras ante un sudamericano en la eventual repesca. Por lo tanto, en 2005 la Federación Australiana planteó seriamente cambiarse de confederación y la FIFA aceptó mudarlos a Asia.

Claro que en el medio llegaría una nueva oportunidad para romper con el maleficio y justamente Alemania traía los mejores recuerdos. Historia de intentos fallidos, de un debut mundialista a puro entusiasmo y de 7 sueños rotos.

No fue la tercera, más bien la octava fue la vencida. Tan porfiados de cambiarse de continente, que en su último ensayo sí pudieron representar a Oceanía. Pero claro… eso será motivo de una nueva reseña.

(Foto Principal: The World Game)

Emiliano Schiavi

Soy Emiliano Schiavi y siempre me interese por el fútbol internacional. Sin cable ni internet me las arreglaba leyendo el "Guerin Sportivo" o cualquier revista extranjera que sólo se conseguía en pocos kioscos del Centro. También me acompañaba algún VHS sobre la historia de los mundiales y nunca me cansaba de verlos. Por eso le preste atención al fútbol de Europa, Africa, Asia y - si estaba aburrido - Oceanía. Descubrí un medio maravilloso como la radio y conocí buena gente (grandes amigos) que me acercaron al Rincón del Fútbol. La radio es una pasión, pero escribir es un deleite. Y todos los dias lo hago en este espacio, donde investigo y me gusta informar y entretener. Mi mayor expectativa para este nuevo proyecto es seguir aprendiendo. Porque a los 45 años también se aprende, créanme. Tengo total libertad para expresarme, leer y ser leído. Porque nadie desafina cuando uno escribe lo que se le canta. Digamos todo ...

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