Barracas Central le ganó a Quilmes en la definición del Torneo Reducido y se quedó con el segundo boleto a la Liga Profesional.
¿Por dónde empezar? Si hace apenas media hora que llegué de la cancha. Tengo unas raras sensaciones recorriendo cuerpo y mente. Y es que no es fácil caer en esta realidad que hoy me toca vivir. Pero pienso, y me digo a mi mismo que tengo que ser objetivo porque, en definitiva, estoy haciendo periodismo.
Lo que ocurre, queridx lector, es que me toca hablar del club que se encuentra en el barrio en donde vivo y al que, por razones naturales, le tomé cariño. Bastante cariño, en realidad.
Imagínese que un buen día usted se acerca a cubrir un partido de fútbol cuando ese club participa de los torneos de la Tercera División, es decir, la Primera B. Después ocurre que las cosas andan muy bien y un viejo lobo llamado Salvador Danielle arma un equipazo que logra ascender a la Segunda División, es decir, la Primera Nacional.
Y siga imaginando… porque un buen día, la posta la toma un relator devenido en DT que tiene buenas ideas y muchas de ellas logra plasmarlas en su equipo. Y de repente ¡Pum para arriba! El club de barrio llega a Primera División ¿Qué pasó? ¿Es una película todo esto?
Y no, es una realidad. Todo esto es el fruto del trabajo de ese club de barrio llamado Barracas Central. Cinco años pasaron desde que me acerqué tímidamente a hacer mi primera cobertura, la primera cancha que pisaba en “modo periodista”. La cancha de club del barrio. Y desde ese momento siempre lo vi crecer.
Seguramente “el medio pelo argentino”, como diría Jauretche asocia ese crecimiento a un “laburito mafioso” que involucra al Presidente de AFA. Y está bien, porque los medios de comunicación y algún que otro perejil empujan a esos “medio pelo”, que no quieren o no pueden pensar por sí mismos, a que se pasen la vida hablando y escribiendo pavadas. No saben hacer otra cosa. Y lo peor de todo es que los pone mal, agresivos, neanderthales modernos.
Barracas Central es un club familiar. Basta con recorrer sus instalaciones y conocer a quienes trabajan día a día allí para corroborar esa afirmación. Es un club de barrio, chiquito como el apodo de su ex Presidente pero enorme como el trabajo que realiza con los pibes del barrio. Sí, los de la 21, 24 y Zavaleta. Esos mismos pibes que el “medio pelo” también critica.
Hoy, el club del barrio al que le tomé bastante cariño enfrentó a Quilmes en la gran final de este Torneo Reducido cuyo ganador acompañará al campeón Tigre. Barracas jugó mejor, buscó ser protagonista los 90 minutos y creó un par de ocasiones de gol en la primera etapa (una de ellas fue un cabezazo de Gonzalo Paz al travesaño). El Cervecero tuvo menos posesión del balón pero era más directo y aprovechando un centro al área, Mariano Pavone reventó el palo, también con un cabezazo. Solo eso entrego en formato de emociones el partido y, encima, al equipo al cual se lo tilda de ser “ayudado” con infinidad de penales. No le cobraron uno muy claro que involucró a Mauro Albertengo.
El 0 a 0 nos llevó, inexorablemente, a los penales donde, quienes patean y quienes atajan, deben decidir la suerte de sus respectivos equipos apelando a no ser traicionados por su estado mental, emotivo o como se le llame. Es decir, el que patea, si no está decidido, lo erra. Lo mismo ocurre con los arqueros, sin fe, no hay atajadita. En Avellaneda estuvieron todos muy bien y salvo Rafael Barrios que le erró al arco, se remataron otros nueve y se convirtieron todos.
Medallas, Copa y el festejo infinito para un club que no detiene su marcha y con el empuje de su gente (poca pero con enorme corazón) sigue adelante y da un paso histórico. El año 1934 fue la última vez que el Guapo se codeó con los grandes, el 2022 lo encontrará 87 años después volviendo a hacerlo. Merecido premio para Barracas Central, aunque al medio pelo no le guste.
Foto principal: Twitter @TycSports