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A la cancha voy nadando

Hace unos días atrás me encontré caminando por Avellaneda con el agua a la altura de los tobillos y un poco más. Toda la zona céntrica del barrio se había inundado y necesitaba hacer diez cuadras para poder tomarme un colectivo. Había ido a ver a Racing y el partido se suspendió porque una lluvia torrencial se precipitó sobre la ciudad. Mientras intentaba llegar a destino pensaba: ¿Cómo carajos se me ocurrió ir a la cancha si al salir de mi casa ya estaba lloviznando? ¿cómo pensé que podía llegar a ser una llovizna pasajera? La respuesta es simple: el futbol y la pasión que despierta, a veces no tiene límites ni obstáculos.

En el mes de julio del año 1958, un temporal azotó la ciudad de Buenos Aires y provocó una gran inundación, los barrios más afectados fueron La Boca y Barracas. La zona sur de la ciudad ha sido históricamente un lugar donde cada sudestada hacía elevar el nivel del Riachuelo e inundaba cientos de calles. La cuestión era simple: si se venía la sudestada, se venía la inundación. El mal era aún peor cuando esa sudestada estaba acompañada por una fuerte tormenta. Afortunadamente, hoy en día ya no ocurren estos desbordes gracias a que alguien se dignó a realizar las obras hídricas que se necesitaban.

En esos días de julio la lluvia cayó de tal manera que pocas calles del barrio de La Boca podían ser transitadas con normalidad. Pero ¿qué pasa si justo el mismo fin de semana del temporal está programada una fecha de fútbol? Hoy en día, en general, se suspende. Y va más allá de que si hay inundaciones o no, en parte se privilegia la seguridad de jugadores y público, y en parte se cuida el negocio y las ganancias económicas que giran en torno al fútbol. Sin embargo, ese fin de semana de 1958 hubo fútbol y además con público presente en los estadios. Claro que no hubo la cantidad que se esperaba.

En la Bombonera se enfrentaban Boca y Lanús y el barrio estaba prácticamente todo inundado, el acceso al estadio era por demás complicado. Sin embargo la pasión mueve montañas o botes, o lo que sea, y quedó demostrado ese domingo 27 de julio.

La revista El Gráfico estuvo en La Boca aquel día y realizó una gran cobertura de ese partido, pero la realizó desde las inmediaciones ¡porque no pudieron llegar al estadio! Así, el cronista nos advierte desde el vamos que el lector: “encontrará muy pocas escenas de fútbol y muchas tomas callejeras que reflejan distintos aspectos de la inundación que azotó a Buenos Aires”. Y efectivamente, lejos de pensar en volverse, Antonio Lagarreta recorrió calles cercanas a la Bombonera y tomó algunas fotografías que muestran su estado en el mismo momento en que se jugaba el partido. Así se suceden fotos del Hospital Argerich, de la Avenida Patricios, de los Bomberos Voluntarios auxiliando gente y todas rodeadas por un denominador común: el agua.

Hay, además, imágenes del partido, gentileza de un fotógrafo colega que llegó bien temprano al estadio antes que el nivel del agua se elevase. Las escenas que pueden verse allí son de jugadores intentando moverse en un espacio dominado por el agua y el barro. Incluso hay una foto en donde un jugador de Lanús se arroja a los pies de su par boquense en un hermoso charco y se lleva consigo pierna, agua, barro y todo lo que se cruce en su camino.

El partido se jugó completito y bajo la lluvia. Fue victoria de Boca por 3 a 1 y se vendieron 1.493 entradas, solo eso, imagínense las tribunas de la Bombonera con esa cantidad de gente. Cuenta la crónica que este público se acercó al estadio como pudo: caminando en el agua, en bote y hasta nadando, sí ¡nadando! Muchos se quedaron en el camino porque no fueron tan intrépidos y se volvieron a sus hogares. Quienes se animaron al desafío fueron testigos exclusivos de aquel match futbolístico de tribunas vacías. El fútbol tiene estas cosas también, te lleva a superar obstáculos como una potencial “lluviecita” que se transforma en diluvio, pero es así nomás…

Ilustración: Martín Tobaldo Pastore (https://www.facebook.com/martin.tobaldopastore)

Diego González

Diego Gonzalez nació un 11 de agosto del año 1975 en el Hospital Evita de Lanús, exactamente el mismo lugar donde también nació un cara sucia de Fiorito que años más tarde regaría de alegría el suelo argento. Estudió historia, de ahí su pasión por esa rama de las Ciencias Sociales, además de trabajar en una escuela pasa varias horas de la semana metido en el Archivo Histórico de Barracas donde aprendió a desempolvar documentos, libros y fotos. Hace un tiempo estuvo recluido en un retiro espiritual rogándole (quien sabe a quién) que sus neuronas no lo abandonen y se alineen correctamente para poder hacer uso de su pluma en pos de informar y entretener, siempre desde sus tres pasiones: la historia, el fútbol de ascenso y, desde hace algunos años, el fútbol femenino.

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