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“El poder colonial”

El aporte de los factores externos ayudó a sentar las bases del éxito deportivo francés. A contramano de lo que versa la extrema derecha, el crecimiento futbolístico y la construcción de la identidad fue el fruto de “los hijos de la periferia”.

Francia también formó parte del grupo de países que extendió su territorio más allá de ciertos límites. Se instalaron colonias en África, Centroamérica y – en menor medida en Asia y Oceanía – que lejos estuvieron de las voces levantadas un 14 de julio de 1789, bajo el lema “Liberte, egalite, fraternite”: más bien se trató de dominio económico, opresión e imposición de idioma, cultura y costumbres.

Pero a mediados de la década de 1960 comenzaron los movimientos de descolonización. Franz Fanon, en su obra “Los condenados de la tierra”, afirmaba que “la explotación del colonizado por el colono- se ha realizado con un gran despliegue de bayonetas y de cañones. (…) en la descolonización hay, pues, exigencia de un replanteamiento integral de la situación colonial”Encaja perfectamente la frase “los últimos serán los primeros” … serán aquellos que alcen la voz y se opongan rotundamente al sometimiento.

Demasiada sangre corrió en África con la aparición de líderes carismáticos, tales como Kwame Nkrumah en Ghana o el recordado Patrice Lumumba en el Congo. Ya se decía por aquel entonces que si “África tenía forma de pistola, el Congo era el gatillo”. El “Continente Negro” necesitaba romper con las cadenas y gritar “¡No más!”.

En América también hubo tendencia de los galos, en territorios como Guayana y las caribeñas islas de Martinica y Guadalupe. Basta con recordar “Papillon”, la novela autobiográfica de Henri Charriere luego llevada al cine por Franklin Schaffner (protagonizada por Steve McQueen y con un joven Dustin Hoffmann en el rol secundario): transcurre en la Guayana Francesa y narra el confinamiento en una prisión y los trabajos forzados, con los consabidos tormentos propios del sistema carcelario colonial.

El viaje del centro a la periferia también hizo escalas en Asia y en Oceanía. En el gran continente enseguida vienen a la memoria los relatos prohibidos de Marguerite Duras en su novela “El Amante” (la versión asiática se titula “El Amante de la China del Norte”). En el Pacífico se respira el arte francés, con los últimos años del pintor postimpresionista Paul Gaugin en Tahití, territorio hasta hoy conocido como “La Polinesia Francesa”.

Por supuesto que el fútbol no fue ajeno a este tipo de situación. El seleccionado de Francia maravilló a todos durante el Mundial de Suecia 1958, con el aporte goleador de Just Fontaine, máximo artillero del certamen con 13 conquistas (nadie pudo marcar esa cantidad de tantos en una misma Copa del Mundo).

Fontaine había nacido en Marruecos, por entonces protectorado francés. Pero fue cooptado por el sistema colonial y ensamblado en un engranaje general que no entendía de historias particulares. Los talentos venían desde afuera y Francia se apropiaba de ellos.

El nuevo pantallazo del fútbol champagne se dio en España 1982, con un equipo que pudo llegar a la final pero se encontró con la Alemania de siempre. Buen trato de balón, lírica y precisión… algo así como el fútbol total de la “Naranja Mecánica” de 1974 pero reversionado. Y en ese grupo de jugadores brillaba un tal Jean Tigana, nacido en Mali.

Francia tocó el cielo con las manos hace 20 años, cuando organizó por segunda vez una Copa del Mundo y finalmente se quedó con el ansiado título. Pero esa selección, dirigida por Aime Jacquet, fue la que tuvo el más notorio crisol de razas de la historia.

Apenas 8 de los 22 jugadores eran de padres franceses. El resto se dividió en descendientes de inmigrantes o nacidos fuera de Francia: 3 del Caribe (Lilian Thuram, Bernard Diomede y Thierry Henry), 2 africanos (Marcel Desailly y Patrick Vieira) y algunos procedentes de destinos exóticos como Nueva Caldeonia (el caso de Christian Karembeu) o del Cáucaso (como Alain Boghossian y Youri Djorkaeff). No podemos dejar pasar por alto la presencia de David Sergio Trezeguet, formado en la Argentina y protagonista crucial de la definición de la Eurocopa de 2000, con su gol de oro ante Italia en la final.

La Selección de Francia campeona del mundo en 1998. (Foto: Fútbol desde Francia)

Jean Marie Le Pen desempolvó en Europa la derecha a ultranza. Con una política de tolerancia cero hacia los inmigrantes, que al poblar toda Francia sin restricciones lo hacen en detrimento de “lo Nacional”.

Pero la encrucijada que vive el sentimiento nacionalista en cuanto a lo deportivo se resuelve de dos maneros: es ni más ni menos que lo normal en el triunfo (de hecho, para ello fueron convocados) y es la cara visible de la derrota (¿para qué “contaminar” un equipo nacional con extranjeros?). Es lo más parecido a meter un lápiz dentro de un vaso con agua: siempre será diferente la imagen, según el cristal con el que se lo mire.

Lo cierto es que Francia se nutrió demasiado con lo que trajo más allá de las fronteras y supo enriquecer su historia deportiva. Y lo que es bueno se copia, tal como lo hizo en su momento Alemania o Inglaterra, dejando de lado el ciego amor propio que no tolera lo diferente como la base primordial para entenderse a uno mismo.

El imperialismo ya no es cosa del pasado y dejó de venir en forma de colonización territorial. El mundo globalizado tiene a achicar fronteras y a acortar distancias. Lo cultural sirve para entender ciertas cambios, pero al final de cuentas siempre se regirá el mundo a través de la lógica del mercado.

El fútbol creció gracias al aporte de “los otros”. Esa alteridad de la que habla la filosofía continental es la que se presenta como lo opuesto a la construcción de la identidad. Pues bien, de no ser por las apariciones de esos colonos, el Imperio seguramente jamás se hubiera erigido.

Francia cosechó laureles, gloria y respeto. Los creadores silenciosos de tamaño éxito reafirmaron su libertad. Porque – a decir verdad – no importa en qué pedazo de tierra comienza la historia y si kilómetros de distancia separan al centro de la periferia. Hay algo más que otros vs. nosotros: simplemente queda conocerse a uno mismo. Y ya lo dijo Jean Paul Sartre: –“Sólo nos convertimos en lo que somos a partir del rechazo total y profundo de aquello que los otros han hecho de nosotros”.

(Foto Principal: torcedores.com)

Emiliano Schiavi

Soy Emiliano Schiavi y siempre me interese por el fútbol internacional. Sin cable ni internet me las arreglaba leyendo el "Guerin Sportivo" o cualquier revista extranjera que sólo se conseguía en pocos kioscos del Centro. También me acompañaba algún VHS sobre la historia de los mundiales y nunca me cansaba de verlos. Por eso le preste atención al fútbol de Europa, Africa, Asia y - si estaba aburrido - Oceanía. Descubrí un medio maravilloso como la radio y conocí buena gente (grandes amigos) que me acercaron al Rincón del Fútbol. La radio es una pasión, pero escribir es un deleite. Y todos los dias lo hago en este espacio, donde investigo y me gusta informar y entretener. Mi mayor expectativa para este nuevo proyecto es seguir aprendiendo. Porque a los 45 años también se aprende, créanme. Tengo total libertad para expresarme, leer y ser leído. Porque nadie desafina cuando uno escribe lo que se le canta. Digamos todo ...

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