La destrucción tenía que ser total. No bastaba con aniquilar a los soldados y esclavizar a los sobrevivientes. Era necesario eliminar todo tipo de rastro: surcar la tierra con un arado y arrojar sal para que nada volviera a crecer.
Las guerras Púnicas fue una serie de tres enfrentamientos entre romanos y cartagineses. El choque de intereses entre un Imperio Romano en constante expansión y una potencia de origen fenicio como Cartago, llevaron al conflicto más importante que se haya desarrollado en África.
La figura más significativa que tuvo Cartago fue Aníbal Barca. Considerado el “padre de la estrategia” y “el más grande de los generales”, Aníbal lideró a sus tropas desde Hispania y cruzó los Pirineos y los Alpes, con el fin de conquistar el norte de Italia. La inclusión de elefantes como una poderosa arma de guerra hizo que ganara grandes batallas campales.
La historia aún sigue sin explicar por qué Aníbal no ocupó la ciudad de Roma. Tuvo la oportunidad y fue tajante: –“¡No marcharía sobre Roma!”. Maharbal, su lugarteniente y mano derecha, le respondió: – “La verdad es que los dioses no se lo conceden todo a una misma persona. Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria”. Y no le faltó razón a Maharbal, ya que Aníbal fue derrotado por las tropas romanas al mando de Escipión “el Africano”, en la batalla de Zama.
En el año 354, en la pequeña ciudad de Tagaste, Cartago, nació el pensador más grande del cristianismo: San Agustín. Autor de célebres obras como “La ciudad de Dios” o las “Confesiones”, fue considerado uno de los genios de la humanidad.
“Las lágrimas son la sangre del alma”, decía San Agustín. Se derramaron muchas cuando la tierra fue destruida por la conquista. Pero siempre hay un renacer; la vida vuelve a resurgir.
Cartago fue el origen de lo que actualmente es la República de Túnez. Un crisol cultural, que tiene raíces fenicias e imposiciones primero romanas y luego otomanas. El último dominio fue francés, pero su idiosincrasia es netamente árabe.
El majestuoso desierto del Sahara comprende un 40 por ciento del territorio tunecino. En su novela “El cielo protector”, Paul Bowles decía que “no es difícil construir un camino recto en una llanura sin árboles”. El cielo es un lugar que nos separa de la nada; entre tanta inmensidad, lo único que existe es el arriba y el abajo.
Las “Águilas de Cartago” es el apodo que eligió el seleccionado de fútbol de Túnez. El estreno mundial se produjo en Argentina ´78, donde lograron la primera victoria de un país africano en una Copa del Mundo (3-1 a México) y consiguieron un sorprendente empate 0-0 ante el vigente campeón, Alemania Federal. Luego dieron el presente en Francia 98, Corea/Japón 02 y Alemania 06, pero jamás lograron superar la fase de grupos.
Su logro máximo fue la obtención de la Copa Africana de Naciones 2004, que además tuvieron el privilegio de organizar. Con una victoria 2-1 sobre Marruecos en la final, las “Águilas de Cartago” dejaron atrás la decepción por las dos finales perdidas (en 1965 y 1996) y celebraron en casa su primer – hasta ahora único – título continental.
Dueños de un paisaje casi infinito. Un sol imponente y arena por doquier. La única bebida que quita la sed en el desierto es el té. Y deben beberse tres tazas, como parte de un ritual. Porque la creencia popular dice que “la primera taza es amarga como la vida, la segunda es dulce como el amor, y la tercera es suave como la muerte”. Hasta Sting la hizo canción y es el deseo de tres hermanas bajo el hermoso paisaje y el abrigo del cielo.
De potencia marítima a un ejército de elefantes. De la hecatombe al renacer. De los muros con historia a sólo cenizas y un mar de arena. Porque Cartago ha perdurado en el tiempo: pudo haber sido aniquilada pero jamás olvidada. Y ya lo decía San Agustín:-“El secreto de la inmortalidad es vivir una vida digna de ser recordada”.
(Foto Principal: se trata del cuadro “San Agustín escribiendo en su celda”, de Sandro Boticelli)